martes, 2 de noviembre de 2010

Promiscuidad (28 marzo 2006)

Mirando el horizonte sentí en la calma de mar entre olas rutinarias. Las nostalgias que en el reflejo de una nave a la deriva asomaba una sombra que hablaba del olvido, cuando caí en la cuenta, de que la embriaguez de aquellos momentos me hizo llorar. Pensé que la felicidad se podía vender o comprar con melancolía.
Mirando el destello de las ninfas en las olas, encontré mi yo,recreándose como si de delfines se tratara, que saltan de ola en ola para encontrarse en su líquido vital y alegres energías y sumergirse jugaban como si de su felicidad dependiera las entrañas de mis recuerdos. Me transportaron a una oscura noche donde el mar y la luna nada tienen que ver con lo que digo, donde el sol nunca calentó la pasión de una intriga, más el viento nunca tocó una brisa de hierba.
Eh aquí el misterio.
Nada tuvo que ver a dios, gracias a dios, más el creador es sabio pues fue capaz de hacer que la música tuviera como medio el destino de una canción en letras de sentimientos enlazados en corazones del amor, sin saber por qué y aunque no lo parezca fue amor puro, siendo fatal para ambos.
No había luna llena, llovía en la noche de una carretera solitaria, estaban cansados de hacer caminos, ellos dos aunque no se sabía el por qué, estaban llenos de ilusión pues su viaje fue fruto de un acto espontáneo.
La lluvia se antojaba torrenciales, tuvieron que hacer noche en un escampado en medio del campo, los relámpagos y truenos eran estremecedores, en el interior del coche el ruido de la lluvia hacía acogedor su particular interior y el calor que generaban ambos empañaron los cristales del vehículo. Todo estaba oscuro a excepción, de cuando estallaban los relámpagos, que más parecían fuegos artificiales que iluminaban sus miradas en instantes, el exotismo de la noche los atrajo las pasiones casi por inercia. Su cuerpo arcía como soles enamorados que no tenía ni camino ni destino.
No sabían que les iba a deparar el destino pues, el mal fue apoderándose de sus almas envueltos en seda de pasiones, pues mi condena nació aquel día.

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